Hasta las 2:13 de la tarde del viernes 31 de julio, cuando el periodista Rubén Espinosa envió un último mensaje a un amigo suyo, todo iba bien.
Se habían puesto de acuerdo para estar en contacto desde que Espinosa decidió autoexiliarse en Ciudad de México.
– “¿Qué onda?”, le preguntó su amigo, un fotógrafo de la capital.
– “Salí con una amiga y con un compa. Me quedé en su casa y apenas ahora voy a la mía”, le respondió Espinosa apenas un minuto más tarde. Tenía prisa. Iba a trabajar esa tarde.
Fue la última vez que su amigo supo de él. Esa misma noche apareció torturado y con un tiro de gracia junto a cuatro mujeres más en el mismo apartamento del que estaba a punto de irse.
Fuente: Animal Político