RODRIGO NAVARRO desde Cozumel | josecardenas.com
“Cuando llegué al borde de ese inmenso agujero se me enchinó el pelo, nunca había visto algo parecido. Ante mí estaba la historia de la humanidad: la construcción de las pirámides, la torre de Babel, las minas del Rey Salomón. No se escuchaba ninguna máquina ahí dentro, solo el murmullo de 50 mil personas”. El autor describe su propia fotografía de las minas de oro en Sierra Pelada, en Brasil.
Las fotografías de Sebastião Salgado, no pretenden seducir al espectador sino golpearle, con la fuerza de un gancho directo al estómago. Una visión inquietante y conmovedora que poco se parece a la que vive el 15% de la población del planeta claramente privilegiada. Un fotógrafo es como lo dice la palabra, un pintor con la luz. Alguien que escribe el mundo con sombras y con luz.
“Vi esa foto por vez primera en una galería en Los Angeles hace más de veinte años, hubo otras dos imágenes que me emocionaron muchísimo así que las compré y las coloqué sobre mi escritorio. A Salgado no lo conocí hasta hace seis años a pesar de que yo vivía a la vuelta de su oficina. Durante 20 años pudimos encontrarnos y no lo hicimos”, cuenta el cineasta alemán Win Wanders otro excelente fotógrafo admirador de la obra del brasileño.
Su primer proyecto Trabajadores le tomó 10 años. El siguiente Exodos ocho y Génesis siete en donde su hijo y cineasta Juliano Silveiro (quien se tuvo que quitar el apellido Salgado para hacerse de un nombre como cineasta alejado de la fama de su padre) le acompañó “para conocerle” y filmar su trabajo.
Salgado, nacido en una modesta familia campesina en Minas de Gerais (1944), único hermano entre seis mujeres, logró licenciarse en Economía gracias al esfuerzo de su padre. Ejerció esta profesión en Brasil hasta 1970. Su maestría la hizo en EU y su doctorado en Francia exiliado por la dictadura militar. Ese año descubrió de golpe su pasión por la fotografía que ya no le ha abandonado.
Fue fotógrafo de bodas y de deportes. Comenzó vendiendo sus colaboraciones hasta que fue contratado por la prestigiosa agencia Magnum. La abandonó para establecer su propia compañía, Amazonas Images. De ahí el salto a la fama gracias a sus impresionantes reportajes de seres humanos en el terrible trance de sobrevivir. Salgado vive entre la gente, se hace sus amigos, comparte sus vidas y es compasivo.
Se casó con el primer amor, Leila quien desde entonces lo ha apoyado en sus proyectos fotográficos que generalmente le toman años y largas ausencias de su hogar. Es su editora, curadora de sus exposiciones y muy alegre. Toda la familia Salgado ríe mucho. Ella ha sido el motor que impulsa a su marido por más de 50 años. Arquitecto de profesión, de ella era la primera cámara que usó Sebastião. Su primer hijo Juliano creció con un padre ausente y extraño. Su segundo hijo Rodrigo tiene síndrome de Down.
Es por ello que Juliano decidió acompañarlo en el proyecto Génesis, para filmar su trabajo, conocer al hombre y descubrir sus motivos. Quién era su padre. En el inter apareció otro cineasta que quería hacer un documental sobre Salgado, el alemán Wim Wanders, así que trabajaron juntos en el proyecto. La sal de la Tierra, documental premiado en Cannes (2014).
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“No estaba nada convencido del viaje, pero Sebastião (así le llama) insistió. En esa atmósfera increíble pudimos hablar de asuntos que nunca habíamos afrontado. Al volver a Francia monté el material y se lo mostré. Cuando vio cómo su hijo le miraba, empezó a llorar”, cuenta Juliano Ribeiro Salgado (París, 1974). “Sebastião es un guerrero. No es un tipo dulce y abierto, sino un motor. Pero ese momento, sus lágrimas, me dieron la confianza de que podía filmarle”.
“Los dos podríamos haber hecho fácilmente dos películas separadas. Juliano una hermosa película sobre Génesis y yo una sobre la carrera de Salgado su obra y su trabajo en el campo de la ecología. Pero pronto nos dimos cuenta que juntos podríamos hacer una película de mayor calidad”, cuanta Wanders.
La escritora Susan Sotang y algunos articulistas del New Tork Times lo han acusado de utilizar de manera cínica y comercial la miseria humana. ¿Cuál es su verdadera pretensión? ¿Crear arte a costa del dolor humano? ¿Construirse una sólida fama a costa de los dramas que le rodean? «Mis fotografías son un intento de ofrecer una radiografía de las condiciones en que se encuentra nuestro planeta», ha dicho Salgado considerado fotógrafo social. “Solo intento devolverles la dignidad a quienes la han perdido con las hambrunas, la guerra y las injusticias humanas”, remata. Sus fotografías ennoblecen a la gente. Sus imágenes hablan sobre ellos, los sin nombre.
Su hijo Juliano Ribeiro Salgado finalmente ya superada la crisis de identidad volvió a añadir el apellido Salgado a su nombre. El alemán rodaba las “sesiones de cuarto oscuro” (como él mismo las llama) en las que Sebastião comentaba su obra. Y Ribeiro Salgado aportaba la filmación de los viajes. Sencillo, pero no tanto: el material grabado se disparó hasta 1.200 horas. Tardaron año y medio en filmarlo y uno en editarlo. “Al principio pensé que tardaríamos un par de semanas”, comenta Wanders.
Al final tras un viaje a Ruanda Salgado terminó asqueado y volvió a la granja paterna que era una zona desértica, no más el edén selvático que él recordaba. «Podría volver a empezar. En África, la situación sigue igual», dice Sebastião “en parte, somos culpables». “Creíamos que era un material fuerte pero descubrimos que también había cierta dramaturgia, por cómo Sebastião descubre el planeta, la naturaleza y por su manera de mirarlo”, dicen ambos cineastas.
Wim Wanders: “Cuando Sebastião me contó un montón de historias sobre sus numerosos viajes, me di cuenta de que era un gran narrador. Son historias conmovedoras y algunas terribles. Así que finalmente le manifesté mi acuerdo para filmar su trabajo y le dije que sus fotografías se verían en el cine como si se tratase de una presentación de diapositivas, siempre y cuando algún sonido o música, y por supuesto sus relatos, las acompañara. ¡Eso sería algo completamente diferente!”
Finalmente los últimos 10 años el trabajo de Salgado ha sido fotografiar la naturaleza. Descubrió que la mitad del planeta sigue siendo silvestre. Aprendió a fotografiar animales. Así comenzó el proyecto Génesis que comenzó en las islas Galápagos. También junto con su esposa decidió reforestar las 600 hectáreas de selva de la granja familiar y restaurar la selva. La idea fue de Leila, nadie lo había intentado antes en Brasil. Crearon una selva Atlántica en el semidesierto. El proyecto Instituto Terra.
“El mundo es un lugar cínico pero sigue habiendo espacio para la esperanza. Y eso es lo que intentamos transmitir”, explica Salgado.