El futuro de Grecia ha quedado marcado. La victoria del “no” es el rotundo rechazo a las imposiciones de sus socios europeos a cambio de un oneroso rescate financiero.
El “no” da fuerza a quienes consideran que lo mejor sería dejar caer a Grecia en el abismo para evitar más daños al resto de los 18 países de la eurozona.
El gobierno de Alexis Tsipras ha insistido en que no se trata de un «no» al euro ni a Europa, sino un mejor punto de partida para seguir negociando con perspectiva de futuro.
Si bien el referéndum permite conocer la opinión mayoritaria de los griegos, no levanta los “corralitos”, no abre los bancos, no paga a los funcionarios, ni garantiza la permanencia en la eurozona. La decisión queda en manos de las instituciones acreedoras, lo cual es una paradoja.
Europa necesita un euro entero, del que Grecia no se salga de golpe.
Con el resultado del referéndum y una eventual salida de la Unión Europea subyace la posibilidad de que los griegos se vuelvan mucho más pobres, lo cual conllevaría un nivel de violencia preocupante. Además, si la manzana griega cae del árbol europeo, afectaría el equilibro de la Alianza Atlántica y Turquía podría convertirse en un país más poderoso.
Esta semana habrá una reunión de emergencia en Estrasburgo para analizar el contexto derivado del referéndum griego.