PRIMITIVO OLVERA | Para josecardenas.com
La reapertura de embajadas, el restablecimiento de relaciones y el ingreso del canciller cubano Bruno Rodríguez, a las oficinas del Departamento de Estado en la capital estadunidense son más que un símbolo. A partir de ayer, las representaciones diplomáticas de ambas naciones son plenamente reconocidas, los enviados cubanos pueden abandonar Washington y participar en actos oficiales, lo mismo que los representantes de la Casa Blanca en la isla.
Pero más allá del reconocimiento, el impacto inmediato del acercamiento es mínimo. La reapertura de embajadas es apenas la conclusión de una etapa de negociaciones y el inicio de complejos trabajos de largo aliento encaminados a provocar cambios de fondo en el día a día de la relación y sobre todo en la vida de los cubanos.
Para nadie es un secreto que el fin del embargo económico será la verdadera conclusión de la nueva política impulsada por Barak Obama. Si bien es cierto que solo el congreso puede aprobar el retiro total de las restricciones afianzadas legislaciones como la Ley Torrichelli o la Hems- Burton, también verdad que por la vía del decreto el Presidente de Estados Unidos puede suavizar gran parte de las sanciones que pesan sobre la isla.
A cambio, Washington espera indicios claros de un cambio político generado en la Habana, de nada servirán los acercamientos si cuba no modifica su visión de los derechos humanos y no abre el juego político a la disidencia.
La transición será larga, aunque el paso dado este lunes, parece decisivo.