La presidenta de Brasil busca inversores para su país y zanjar la polémica a raíz del espionaje que sufrió a manos de la NSA
Hay muchos expertos que coinciden que lo mejor de la histórica visita de la presidenta brasileña Dilma Rousseff a Washington que comienza este lunes y dura hasta el miércoles es, más allá de eventuales acuerdos aún imprecisos y difuminados, la visita en sí.
Pero Rousseff, que inicia la visita el lunes en Nueva York, que visitará el martes la Casa Blanca y que volará el miércoles a California, ya no es la misma que en 2013. Y Brasil tampoco: la popularidad de la presidenta es la más baja que jamás haya registrado (un 65% de rechazo, según una reciente encuesta de Folha de S. Paulo).
El país acabará el año con un retroceso del PIB de al menos 1,2%. Y la inflación, desbocada a pesar de los esfuerzos del Gobierno, escala a un 9%, también una cifra alarmante que Rousseff no había conocido en su primer mandato.
El martes, en Washington, Barack Obama y Rousseff discutirán de economía y de cambio climático (los dos tratarán de dar pasos adelante de cara a la cumbre de París de finales de año sobre este asunto), entre otras cosas, pero sobre todo, tratarán de dejar atrás, de una vez, el enojoso tema del móvil pinchado. Hay especialistas que aseguran que el éxito de la visita dependerá, en última instancia, de la química personal entre los dos presidentes de los dos gigantes americanos.
Fuente: El País