El “tornado atípico” de la propaganda política nos arrasó con 30 millones de anuncios; inclemente espotiza rostro del fracaso de otra reforma impuesta por la partidocracia, ¿guardiana de la democracia?
El bodrio –capricho de los perdedores en 2012– inicio con la absurda creación de una burocracia empantanada entre imposiciones y sobrerregulaciones…
A una semana del final de las campañas, el rebase de topes de gasto, la inyección de dinero por debajo de la mesa, y la manipulación de programas sociales han ocurrido un día sí, y otro también. La ley se incumple, las faltas se perdonan; no hay castigos… y los infractores sólo mueren de la risa.
Este desastre electoral deja dos lecciones para mal.
Primera, el descarado despilfarro de recursos públicos para difundir la madre de todas las espotizas. Como los mensajes son gratis –en virtud de los recursos fiscales con cargo a nuestros impuestos– los partidos han derrochado abusos y ocurrencias, nos han llenado de basura, y en el mejor de los casos, de cancioncitas idiotas, sin propuestas ni promoción de ideas… Es tan bajo el nivel de las campañas y tan alta la intrusión de los partidos en los medios electrónicos que los anunciantes tradicionales se han alejado para no infectarse con el virus de la inútil obsesión enfermiza por la espotiza.
Segunda lección son las secuelas ominosas del espionaje telefónico; el Big Brother político. Mienten quienes defienden la exhibición de grabaciones mal habidas al decir que lo importante es la denuncia. Pero el fin de las filtraciones no es revelar ilícitos, sino golpear al adversario abajo del cinturón. Ninguna grabación escandalosa ha detonado –ni detonará– indagatorias, mucho menos sanciones.
Repetimos: maldita partidocracia empeñada en simular la democracia… pa’ nuestra desgracia.