El sismo en Katmandú destruyó uno de los tesoros artísticos más del mundo
Nepal es, sin duda, un país más conocido por su riqueza natural que por su patrimonio cultural. La cordillera del Himalaya surcada por sus imponentes picos, algunos de ellos los más elevados del planeta como el monte Everest, ha dejado en segundo término uno de los tesoros culturales más importantes de Asia y de la humanidad: el valle de Katmandú. El catastrófico seísmo que ha devastado la región revela de forma trágica, sin embargo, su extraordinario valor cultural.
La Unesco ha reconocido siete grupos monumentales como Patrimonio de la Humanidad en el valle de la capital nepalí. Parece ser que todos se habrían visto afectados en mayor o menor grado por el terremoto de 7.8 en la escala de Richter que ha azotado la zona. Desde un punto de vista espiritual, el valle es el resultado de la fusión del hinduismo y el budismo que al parecer encontraron su punto de perfecta fusión en las elevadas prácticas espirituales del tantrismo, común a ambas tradiciones religiosas. Katmandú también es el resultado de la combinación de culturas y lenguas de origen tibeto-birmano, como la newar y la tibetana, e indoeuropeo, como las de origen indio y nepalí.
Entre los monumentos catalogados por la Unesco, se encuentran en primer lugar los llamados complejos urbanos palaciegos, también conocidos como las plazas Durbar. Se trata de un conjunto de edificios religiosos y civiles que constituyen la representación artística más elevada de la cultura newar, autóctona de Katmandú. Estos complejos arquitectónicos que constituyen todavía los centros históricos de las ciudades de Katmandú, Patan y Bhadakpur, están formados por los propios palacios reales así como un sinfín de templos hindúes y budistas, grandes fuentes y estatuas. Los edificios de ladrillos y madera, algunos en forma de pagodas, de la plaza Durbar de Katmandú, conocida como Hanuman Dhoka, fueron construidos por la dinastía de los Malla entre los siglos XII y XVIII, entre ellos destacan los templos de Taleju y Jaganath y la estatua del rey Pratap Malla, la gran campana y el gran tambor.
En este escenario, sobresale la famosa y misteriosa inscripción del siglo XVII, dedicada a la diosa Kalika y escrita en 15 lenguas distintas, que se encuentra en uno de los muros del palacio real y sobre la que hay múltiples leyendas motivadas por la dificultad para interpretar correctamente la inscripción. La más famosa cuenta que contiene instrucciones para descubrir el tesoro perdido del rey Pratap Malla, que se encontraría en el subsuelo de la plaza Durbar. Destacan también los maravillosos ventanales de madera, tallados por los artistas newar con imágenes budistas e hindúes de divinidades como Shiva, Vishnú y Garuda. Algunas muestras del arte newar, incluido un gigantesco ventanal tallado en negro, pueden contemplarse en el Museo de Culturas del Mundo recientemente inaugurado en Barcelona.
El segundo gran grupo monumental del valle de Katmandú lo constituyen los templos hindúes de Pashupatinath y Changu Narayan. El de Pashupatinath, dedicado a Shiva, se encuentra apenas a cinco kilómetros de Katmandú, a orillas del río Bagmat, y está considerado como el más sagrado de Nepal y uno de los más importantes para los devotos hindúes seguidores del shivaísmo en todo el planeta. Por su parte, el templo de Changu Narayan, una joya arquitectónica del siglo IV, con sus techos inclinados, tan característicos de las pagodas de la arquitectura nepalí, contiene una imagen tallada en la piedra de extraordinario valor formada por Vishnú y su consorte, Laxmi, ambas deidades montadas sobre el águila mitológica conocida como Garuda. Desgraciadamente, Changu Narayan habría resultado muy afectado también por el temblor de tierra.
Finalmente, cabe destacar los dos grandes monumentos budistas del valle: los gigantescos estupas (en sánscrito) de Swayambu y Bouddhanath. Unos penetrantes ojos azules presiden el estupa esférico de Bouddhanath, cuya altitud alcanza los 36 metros. Se trata de uno de los monumentos más sagrados para los fieles budistas y, muy especialmente, para los tibetanos que lo circunvalan durante siglos. En la actualidad, la comunidad tibetana exiliada en Katmandú reside en esta zona del valle y ha construido más de una cincuentena de templos y monasterios alrededor del imponente estupa. Por otro lado, Bouddhanath se ha convertido también en el monumento más visitado por los turistas extranjeros en Nepal.
Katmandú ha sufrido a lo largo de la historia varios terremotos de efectos devastadores sobre su patrimonio, el último de ellos un 15 de enero de 1934. Desgraciadamente, los efectos del seísmo que ha vivido Katmandú sobre su conjunto monumental y artístico del valle son de dimensiones catastróficas y probablemente irreparables para el conjunto de la memoria histórica y artística de Nepal y de la humanidad entera. Los nepalíes mañana tratarán de hallar consuelo para convivir con esta tragedia humana y material en sus íntimas creencias hindús y budistas sobre lo efímero de la existencia.