¿Es usted miembro de algún sindicato? En caso de que su respuesta haya sido afirmativa, entonces usted pertenece a una minoría cada vez más pequeña en México.
Es parte del 13.5 por ciento de los trabajadores asalariados que están sindicalizados o del 8.6 por ciento del total de la población económicamente activa que forma parte de un sindicato.
Aunque este viernes 1 de mayo se van a seguir cumpliendo los rituales, los sindicatos en México, como en muchas otras partes del mundo, empiezan a ser una especie en extinción.
De acuerdo con las cifras del INEGI, sólo 4 millones 532 mil asalariados pertenecen a un sindicato.
A la mitad del 2007, hace poco más de 7 años, había 4 millones 827 mil y representaban al 17 por ciento.
El papel de los sindicatos es uno de los arcaísmos que todavía tiene nuestro sistema político.
Verá usted que un grupo de personajes, que en su mayoría rebasan los 70 años, pero ya hay algunos de más de 80 e incluso de 90, acudirán este viernes a una ceremonia cada vez más vacía, pues los “mártires de Chicago” que estallaron una huelga el 1 de mayo de 1886 para exigir la jornada de 8 horas y que días después fueron reprimidos a balazos por la policía, nada tienen que ver con los personajes que hoy encabezan los sindicatos en México.
Lejos está también la época en la que el sistema político mexicano se apoyaba claramente en los sindicatos.
Corría el mes de marzo de 1938. Se había decretado la expropiación de los bienes de las empresas petroleras que operaban en México, en su mayoría de EU e Inglaterra, cuando el 30 de marzo de ese año se fundó el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), que por primera vez en la historia del país estableció una estructura corporativa, apoyado en los sectores obrero, campesino, popular y militar.
Once años después este partido dio lugar al PRI, que tuvo por muchos años a los sindicatos como uno de sus pilares fundamentales.
Fue la era de Fidel Velázquez, el lechero de Nicolás Romero, Estado de México, que se convirtió en uno de los hombres más poderosos del país.
La formación de la industria trajo consigo la sindicalización, creciente en México hasta la década de los 70 y 80 del siglo pasado.
En la medida que se ha producido una “terciarización” de la economía, y el trabajador industrial típico ha sido más y más desplazado, el medio natural de los sindicatos empieza a ser cada vez más limitado.
La paradoja es que, una parte esencial de la problemática nacional de hoy como las impagables pensiones de las entidades públicas como Pemex o el IMSS, son el resultado de ese modelo arraigado por décadas, que sigue presente con nosotros y que pasado mañana va a conmemorar algo que ya nada tiene que ver con la actual estructura sindical.
Mientras el sistema político mexicano no se atreva a arrojar lastres y avanzar más ligero, dando a los dirigentes sindicales el peso específico que les corresponde, como representantes del 13 por ciento de los trabajadores, avanzaremos en cámara lenta.