Nuestros representantes no nos representan. Así piensan siete de cada diez mexicanos. Legisladores federales y locales –ya no digamos gobernadores y alcaldes– están lejos, muy lejos de quienes los eligen y les pagan jugosas “dietas” y salarios; el trabajo parlamentario resulta lejano, ajeno, opaco e ineficiente, dilapida recursos públicos y desprecia la rendición de cuentas…
Basta como ejemplo asomarse a los “manejos” de nuestros próceres en el Senado de la República. Tan solo en las últimas semanas, un rosario de perlas ha sido consignado por los medios, comenzando por un faltante de 1 mil 200 millones de pesos de la cuenta 2013 encontrado por la Auditoría Superior de la Federación; los padres legisladores gastaron el dinero pero olvidaron reportarlo. A propósito, nadie ha explicado aún porqué si el presupuesto de la sede senatorial fue de 1 mil 700 millones, se han pagado casi tres veces más; ha estas alturas poco importa a nuestros representantes –quienes no nos ven ni nos oyen– los respingos ciudadanos para averiguar cómo y en cuánto disponen el dinero legislativo… detallitos, pues.
A grandes males, grandes remedios. Transparencia Mexicana, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) y otras diez organizaciones civiles y empresariales proponen que los candidatos a 1 mil 9 alcaldías, 1 mil 141 diputaciones locales y federales y nueve gubernaturas comprometerse a hacer públicas tres declaraciones fundamentales: la patrimonial (cuanto tienen), la de impuestos (cuanto ganan) y la declaración de intereses (como tienen lo que tienen… y a quién se lo deben). En pocas palabras, la iniciativa de la sociedad civil demanda que quienes lleguen a los cargos públicos abran puertas y ventanas, se atrevan a sacar fantasmas de los closets y se comprometan a la transparencia y la certeza.
Espero no incurrir en el bochornoso pecado de la ingenuidad al desear que esta propuesta se acepte como un regalo –una oportunidad– para que quienes aspiran a cargos de elección voten –ellos primero– por las cuentas claras. La sociedad esta harta de transas y malabares, de ancestrales vicios y costumbres para ocultar maniobras sospechosistas en el manejo de recursos públicos.
EL MONJE LOCO: Emilio Gamboa promete y a Miguel Barbosa le brillan los ojitos de ilusión. Ambos senadores dicen que la anhelada Reforma Política del DF ahora sí saldrá antes del día del niño. No es la primera vez que los tricolores juran amor eterno y convenenciero a los amarillos, quienes hasta ahora han quedado vestidos y alborotados… como cualquier novia de pueblo.
